0

El lenguaje inclusivo

Postura en contra

El lenguaje inclusivo está apareciendo cada vez más en textos y ya, en determinados ambientes (el político, por ejemplo), es casi obligatorio. En primer lugar, tengo que decir que no me gusta su uso, porque va contra la economía del lenguaje y, además, hace tediosos e insoportables algunos textos. No digamos ya algunos discursos en que se ve al protagonista más preocupado de no olvidarse citar a los dos géneros que en la entonación o el contenido del mismo. No obstante, lo que más me chirría es lo pretencioso de su uso. No se puede cambiar una lengua de forma voluntaria y menos si es compartida por 500 millones de hablantes. Las lenguas evolucionan de forma impredecible, democráticamente, aunque nadie vote, de forma asamblearia pura. El castellano se forjó en el latín y antes en el indoeuropeo. Nació en Europa y se enriqueció en América. Por cierto, en el latín había un género neutro que se perdió en las lenguas romances. Adoptar una palabra nueva, entre miles y miles de ellas, no cuesta nada, pero pretender cambiar una estructura gramatical de la noche a la mañana es una ingenuidad. Para más inri, si lo que osamos es cambiar la realidad alterando el lenguaje, es una frivolidad, un voluntarismo fronterizo con lo patético. La historia nos enseña que es al revés, primero cambia la la sociedad y luego el lenguaje. Cuando aparece una novedad tecnológica, social, económica, etc., luego le corresponde una nueva palabra o concepto. Por tanto, me da incluso un poco de pena este mal uso del castellano que, la mayoría de las veces, no es más que una pose. Se queda uno en lo superficial y obvia el problema real. Así, muchos quedan satisfechos practicando el lenguaje inclusivo y piensan que con eso el problema de la igualdad de la mujer que, por supuesto, defiendo con vehemencia, estaría resuelto. Y, no señores, no lo está. Despierten ustedes. No sean rehenes/rehenas de tanta frivolidad.

Rafael SÁNCHEZ GIGORRO

Profesor de Historia

Postura a favor:

El uso del término genérico masculino procede de un mundo pasado en el que los hombres tenían un predominio sobre las mujeres. El lenguaje no puede mostrarse insensible a los cambios experimentados por la sociedad.  Pensemos que en el pasado –nada remoto-, cuando las mujeres no tenían derecho al voto, se podía decir “todos los ciudadanos tienen derecho al voto” y hoy usando el genérico masculino podríamos seguir diciendo lo mismo como si nada hubiera cambiado. Incluso llamamos “sufragio universal” al derecho al voto masculino y tenemos sufragio universal también en este momento; hay que revisar los términos. Las cosas han cambiado y el lenguaje lo debe reflejar. La Real Academia se está empeñando en hacer una campaña casi beligerante en contra del lenguaje inclusivo y con muy pocos argumentos verdaderamente científicos. Un argumento de la RAE es que en español el término genérico masculino abarca a hombres y mujeres. No obstante, en un grupo mixto de chicos y chicas donde se vea un número claramente mayor de chicas, muchas veces los hablantes tomamos la iniciativa, antinormativa, de decir “chicas”; si el genérico fuese tan neutro y abarcase a unas y otros con equidad absoluta no lo haríamos. Otro de los argumentos de la RAE se dirige contra los desdoblamientos, tipo “chicos y chicas”, por considerar que el lenguaje es económico. Esto es inexacto, el lenguaje no siempre es económico, no lo es en la literatura ni en la retórica ni en la política. El propio Cervantes usa al menos en dos ocasiones los denostados desdoblamientos, al comienzo de La gitanilla, dentro de las Novelas Ejemplares, cuando dice “los gitanos y gitanas” y también en El Quijote, en el pasaje de las bodas de Camacho, cuando dice “los cocineros y cocineras”. Con ello se ve que es perfectamente posible este tipo de estructuras sin que merme en absoluto la calidad del estilo. Así pues, hablemos como queramos para expresar lo que sea necesario expresar con toda la libertad que verdaderamente sí nos permite la lengua.

Eva LÓPEZ DEL BARRIO

Profesora de Lengua Española y Literatura

Manuel Melero

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.